miércoles, 20 de junio de 2012

Maslow ¿por qué? o Sueños Rotos

En la introducción de cualquier curso de psicología o materias afines nos hablan de Maslow y su célebre escala de necesidades vitales en forma de pirámide. Y cuando nos la explican, todos vemos muy lógico que uno no se puede autorrealizar si no tiene para comer, ni se puede sentir reconocido por su valía socialmente si se encuentra en una cola de 5 horas en el INEM, a no ser que le cuente uno su vida al compañero de atrás de la cola y este se sienta maravillado por su lucha vital. En fin, bromas aparte, si llegan este tipo de explicaciones psicológicas del recorrido humano de la vida a nuestras manos a una edad temprana, probablemente no serán capaces de demostrarnos o no tendrán ningún interés en explicarnos qué consecuencias reales tiene el tránsito entre esas escalas maslownianas en nuestras emociones y en nuestro concepto de nosotros mismos. Y tampoco nos dirán que dependiendo de cuál sea nuestro tránsito nos podremos definir muy bien.
Cuando salimos a la carrera de la vida a los 18 años-algunos a los 20, 24, 25....30, los que salen más tarde,mmm, mejor no hablemos de los que salen más tarde porque para ellos es necesario un comentario individual- en muchas ocasiones creemos que la cuestión consiste en arrancar tras el pistoletazo a la mayor velocidad posible sin mirar atrás por el carril escogido como si, literalmente, de una carrera de velocidad se tratara. Nos ayuda a volar ese, si se me permite la patada al diccionario, 'henchimismamiento', o lo que es lo mismo, la fusión de estar henchido, lleno de algo y ensimismado. En definitiva, que nos encontramos llenos de nuestras propias ilusiones, metas, ideas, sueños, valores, y conceptos de como debe ser todo, y todo esto en conjunto nos hace ser ligeros como una pluma y veloces como un puma.Gracias al estado propio de estos inicios de andares vitales, el henchimismamiento, comenzamos a construir la pirámide desde su vértice, esto es, vamos directos a la consecución de la autorealización, como los borregos van directos a los pastos más verdes sin importarles el mañana más inmediato, como si no existieran las consecuencias, ¡Ay, pobres incautos nosotros los borreguitos!. Como en todo relato para niños -mitologías incluidas-  llega un momento en el que se produce la gran caída libre, no puedo evitar reírme por dentro con la expresión porque efectivamente somos muy libres de caernos sintiendo ese vértigo visceral que provoca el estado de ingravidez en todos nosotros. Esa nausea incontrolada que se experimenta al sufrir en nuestras propias carnes ovinas la intensidad con la que nos atrae la fuerza de la gravedad. Pero siempre llegará el momento de 'tranquilo-del-suelo-no-se-pasa' y constato que del suelo no se pasa pero, toda vez que caemos porque hemos perdido nuestro henchimismamiento, nuestra bolsita de sueños que nos elevaba y nos hacía grandes y fuertes, chocaremos directamente con el frío pavimento de la Realidad. De hecho está tan frío que en el momento hace las veces de anestésico contra el dolor del golpe provocando que no se puedan medir sus consecuencias incluso tiempo después. 
Esta es la explicación de cómo algunos pasamos de estudiar el idealismo alemán a ver todos los días en el telediario la diferencia entre el bono a 10 años alemán y la renta fija homónima española. Pero ¿sabéis una cosa? en el fondo la única forma de no perder el norte es recoger la maleta de sueños rotos y, como si de un rompecabezas se tratase, reciclar los jirones que tengan sentido, añadirle nuevos objetivos y volver a 'henchimismarnos' siendo muy conscientes de que, en el momento en que nuestros pies dejen de rozar el suelo a  lo casita voladora de Up, nuestros globos se pueden pinchar. En nuestras manos está volver a ser lo suficientemente grandes como para ir a construir la mejor casa visualizando bien el tejado pero esta vez, por favor, no especulemos sólo con el tejado y entretengámonos también en hacerle a nuestra casa unos buenos cimientos.

1 comentario:

  1. Versión pragmatista del mito de Sísifo al estilo Lucia Etxebarria, me gusta, muy sincero y muy divertido. Escucho tu voz cuando lo leo, ya tienes una clara seguidora de tu mundo. Sofi.

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