lunes, 1 de agosto de 2011

La bolsita de ketchup.

Nos gusta hacer pactos, nos gusta jurar, nos encanta prometer, aunque algunos digan que les asusta, nos gusta el 'para-siempre'. Es un hecho. Es tan cierto como que la amistad existe. Muchos hemos practicado el gran pacto por antonomasia de la amistad infantil, por lo menos los que nos tomábamos las cosas en serio, el pacto de sangre, sin embargo todos hemos sido niños pero no imbéciles, evidentemente yo sustituí la sangre por lo más parecido que estaba a nuestro alcance: la bolsita de ketchup de Mc Donals, en resumidas cuentas era lo que menos asco nos daba. Ya desde muy pequeños todos coqueteamos con la idea de que 'un amigo es un tesoro' y, por lo tanto, su amistad debe ser cuidada para que perdure hasta el fin de nuestro días. Pero lo cierto es que todos crecemos y muy pronto empezamos a comprender que esta idea es muy difícil. Por mucho que en nuestra adolescencia, mirando el eterno cielo estrellado en algún país extranjero de viaje de fin de curso, creyéramos que estábamos en contacto con aquella inmensidad, que todo iba a estar en calma y que, claro está, aquellas amigas que te acompañaban te iban a acompañar por todo tu periplo vital, aquella calma pronto se desvanece dejándote entrever la realidad.
Es este 'para-siempre' el que nos daba, nos da, esa irreal pero sana sensación de tranquilidad. Esa eternidad con la que queremos adjetivar al amigo fiel, aquella persona que caminará junto a nosotros nuestra vida, con el paso del tiempo se va descomponiendo en muchos casos. No queremos creer que la inmensa mayoría de las relaciones que mantenemos a lo largo de nuestras vidas tienen una fecha de caducidad. No se sabe cuándo, ni dónde, ni por qué con antelación, pero lo que si sabemos es que mueren, mueren como casi todo lo humano. Se esfuman y la mayoría de las veces no ocurre la, en ocasiones ansiada, resurrección.
Si bien es cierto que la amistad muere, igual de cierto es que cuando ha sido verdadera amistad es particularmente difícil olvidarla. Se quedan algunos bonitos recuerdos, vivencias, quizá fotografías, algún objetivo significativo o simplemente la esencia de esa persona que estuvo y ya no está en nuestras vidas, puede ser que algún día nos diera un buen consejo o que nos ayudará en tiempos difíciles o simplemente que una canción esté anclada en tu memoria indeleblemente asociada a esa persona.

Por todo ello, siempre nos queda en la ausencia de aquel buen amigo/a la tranquilidad que aporta lo eterno que de él/ella quede en nosotros, dándonos forma, siendo parte aún de nuestras vidas.

1 comentario: