La belleza caucásica
de su palpitante sexo
atraía torrentes de emociones desenfrenadas,
era imposible escapar de sus cabellos
entrelazándose en su sexualidad acogedora.
La fragancia de sus suaves pechos
sonrosaba a los penes más flácidos
y la timidez de sus pezones erectos
encadilaba incluso a las féminas.
Sirena de tierra,
permitía que la tomaran en tabernas
de borrachos y viejos,
desvergonzada y desnuda,
por un puñado de dinero.
De artes viejas
ya maestra,
esposa de obreros
en busca de fortuna,
a veces princesa,
otras puta.
Siempre perfecta.
Bella fresa
donde incrustar la nariz y olerla.
Todos querían lamerla,
imposible no querer someterla.
Extraña criatura
la sirena de tierra,
vicio de la naturaleza.
Bendita puta.
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